Filólogos, pedagogos, psicólogos, folcloristas, antropólogos, historiadores o personas con intereses culturales amplios asedian continuamente, en busca de respuestas, la fortaleza laberíntica e inexpugnable pese a su apariencia simple del cuento folclórico, tradicional o popular: el cuento maravilloso, la fábula de animales, el cuento divertido o novelesco, el de adivinanzas, absurdos y chistes. Desde la tradición oral o desde la escrita, desde la fantasía, la leyenda o la realidad, cada cuento alberga en su interior un enorme potencial comu nicativo. Y es cultura popular de primer rango la de sus narradores tradicionales nuestros abuelos, nuestras madres. quienes contaban a su manera «Pulgarcito», «Las tres naranjitas del amor» o «La cenicienta», que han ido reproduciendo y enriqueciendo con sus sencillas aportaciones, con su trasmisión oral, sin saberlo ni darle la menor importancia, historias antiguas cargadas de sabiduría milenaria. . Cualquier investigación acerca de los cuentos folclóricos ayuda a explicar las raíces misteriosas del relato de ficción y a recuperar el tesoro fascinante de un pasado de narrativa oral, profundamente arraigado a nuestras culturas, pero injustamente relegado.