El microondas es un invento maravilloso para calentar la taza de leche por la mañana. Pero si en vez del desayuno se mete al gato durante diez minutos, el minino se echa a perder irremisiblemente. Los medios de comunicación se parecen al microondas: no son instrumentos diabólicos, pero es preciso aprender a utilizarlos con cordura, salvo que uno quiera que se le achicharre el cerebro y la vida. Las posibilidades de riesgo aumentan cuando los consumidores de medios son menores de edad pues están más indefensos y son más moldeables. Los niños y los jóvenes pasan muchas horas frente a la pantalla del televisor o del ordenador, leyendo revistas o escuchando la radio. Pero no siempre sus padres saben qué consumen. Y la misma madre que aconseja no abrir la puerta a desconocidos permite que su hijo se exponga indiscriminadamente a los mensajes de la sociedad, sin saber si esos desconocidos que entrarán en su mente son perversos. Aun alertados ante los posibles peligros, padres y profesores no siempre saben cómo orientar a las nuevas generaciones para que hagan un uso crítico y responsable de los medios.