En el Benidorm de finales de los años ochenta, un hombre con una ambición desmedida tuvo un chispazo de genialidad delictiva haciéndose pasar por quien no era. Estaba obsesionado con lucrarse por la venta del último solar disponible en primera línea de mar; el problema es que ese terreno no le pertenecía. Aun así, junto con otro colaborador, un farsante que se hacía pasar por médico, consiguió unas escrituras falsas de la parcela. Para convencer al promotor, alquiló un piso en Barcelona que convirtió en una notaría. Y así, con un plan descabellado, engatusaron al inversor y se embolsaron cuatrocientos millones de pesetas con la transacción. El episodio fue la mayor estafa cometida en la ciudad alicantina. Tras el sonado pufo se escondía un tipo conocido como Rafael (aunque también fue Honorato, Miguel Ángel, José Luis?), dueño de un pequeño bar y gerente de una discoteca, además de otros negocios turbios. En la prensa local fue conocido como el Rey de los Bajos Fondos. Y una vez cobrado el dinero Rafael huyó, pero ninguna ciudad le parecía lo bastante segura como para establecerse con su familia porque el verdadero dueño del solar, un abogado de Valencia que residía en Londres, había descubierto ya el engaño.
Sobre Temporada de avispas:
«Una conmovedora historia de padres e hijos contada con tanta frescura como inteligencia. No se la pierdan.» Almudena Grandes
«Una enorme historia pequeña. Lo de pequeña, en el sentido de la telaraña de historias cotidianas como las de cualquiera, entre gente sin épica ni ataques de soberbia o ridiculez. Y lo de enorme, por cómo la ha escrito Elisa Ferrer, también sin aspavientos ni fracturas, en el punto justo de ternura, dolor, trascendencia y humor.» Carlos Zanón, Babelia (El País)