¿Qué pasaría si encontrases una carta de amor escrita hace 200 años por un personaje de ficción para la escritora que lo creó? ¿Y sí, junto a esa carta, hay otra dirigida a este personaje y remitida por la propia escritora? La verdad puede ser más rara que la ficción, pero una mujer está a punto de descubrir lo que sucede cuando la ficción se convierte en realidad Desde luego la artista neyorkina Eliza Knight no se dio cuenta en el momento en que compró un viejo y desvencijado tocador una tranquila tarde de Domingo. Detrás del espejo encontró dos cartas, una sellada, pero la otra ya abierta. 12 de Mayo, 1810. Queridísima Jane, el Capitán me ha descubierto. Me he visto obligado a esconderme inmediatamente. Pero si puedo, de todas maneras te estaré esperando en el mismo lugar esta noche. Después sabrás todo lo que deseas saber. F. Darcy ¿F. Darcy? ¿Fitzwilliam Darcy, el héroe de la novela Orgullo y Prejuicio de Jane Austen? Incluso más misteriosa era la otra carta, sellada y sin leer de Jane a Darcy. ¿Podría este hombre, posiblemente el personaje más romántico que alguna vez se haya escrito y el héroe de la novela favorita de la propia Eliza, haber existido en realidad? La recelosa curiosidad inicial de Eliza se transforma en asombro cuando un científico confirma que la carta sellada realmente fue escrita por Jane Austen. Pero se queda aún más desconcertada al saber que la otra carta, aunque está demostrado que data de la misma época, fue escrita por un americano. Atrapada entre la rutina de su vida presente y la intriga de estos increíbles descubrimientos del pasado, Eliza decide investigar más a fondo. Su investigación la lleva a una majestuosa mansión construida dos siglos antes en el hermoso Valle de Shenandoah, en Virginia, donde conoce al único hombre que puede tener la respuesta. Pero él también tiene un secreto, uno que ha mantenido oculto durante años. Ahora, mientras la verdadera historia de Fitzwilliam Darcy sale a la luz, Eliza se da cuenta de que su propia vida se ha convertido en un romance contemporáneo, uno que quizás sólo la propia Jane Austen podría haber escrito tan elocuentemente.