Morin ha realizado en esta obra uno de los objetivos científicos más brillantes: devolverle al hombre su unidad, acabar con todas las barreras que separan al "hombre-cultura" de la "vida-naturaleza", y a ésta, de la "física-química".
La muerte introduce la ruptura más radical y definitiva entre el hombre y el animal. Se puede decir que el hombre es el animal desde que entierra a sus muertos, siendo en ese momento cuando comienzan las creencias religiosas: el otro mundo. La magia, la brujería, el espiritismo, los chamanes, las creencias en la otra vida, en la resurrección, en la inmortalidad, nacen del intento humano de resolver el problema de la muerte.
Las ciencias del hombre han soslayado sistemáticamente la cuestión. Con una agilidad sorprendente Morin aborda, partiendo de la biología, la problemática antropológica de la muerte, las concepciones que de ella tuvo el hombre primitivo, sus cristalizaciones históricas y esta contemporánea "crisis de la muerte", que relaciona con la crisis de la individualidad; es decir, mediante un sistema abierto, interdisciplinario, se ocupa de las cuestiones antropológicas, históricas, sociológicas, psicológicas, filosóficas y políticas.
Es director de investigaciones del Centre natiónal dé lá recherche scientifique. Opositor al nazismo y más adelante al estalinismo, actor y testigo de la vida política, sociólogo de lo contemporáneo, pensador de los problemas fundamentales de las ciencias del hombre, se dedica en la actualidad a la búsqueda de un método de conocimiento adecuado para aprehender la complejidad de lo real.