David Zimmer, escritor y profesor de literatura de Vermont, ya no es ni la sombra de sí mismo. Se pasa los días bebiendo y cavilando sobre el último instante en que su vida aún podría haber cambiado, el minuto aquel en que su mujer y sus hijos todavía no habían subido al avión que estalló. Hasta que una noche, mirando casi sin ver la televisión, y por primera vez tras seis meses de deambular en el vacío, algo le hace reír.