Opera prima de Friedrich Nietzsche, El origen de la tragedia es una obra intrépida y chispeante, llena de arrojo intelectual y entusiasmo juvenil, que desconcertó y fue malinterpretada por sus contemporáneos. El propio Nietzsche la calificó quince años después como un libro imposible por la ambigüedad de su estilo. En ella, el joven catedrático universitario de Filología Griega enfocaba un problema en apariencia de corte académico y filológico como el de los orígenes de la tragedia griega. Pero lo hacía con tal audacia en su planteamiento, que su tesis traspasaba los límites de la filología clásica para ofrecer una visión metafísica y existencial del arte como producto de la tensión, la alternancia y la fusión de dos principios opuestos: lo apolíneo y lo dionisíaco, luz y oscuridad, razón e instinto, serenidad y embriaguez, orden y caos. El resultado fue una obra fascinante, notablemente híbrida y con una temeraria capacidad imaginativa, construida con datos filológicos y arqueológicos pero vivificada de un extremo a otro por un empeño filosófico. En todo caso -escribió su autor- aquí habla una voz extraña, el apóstol de un dios desconocido, pertrechado provisionalmente con el birrete de doctor; habla aquí el espíritu repleto de exigencias nuevas y aún inominadas, una memoria hinchada de interrogantes, de observaciones, de obscuridades; aquí habla algo como un alma mística, un alma de ménade que, atormentada y caprichosa, y casi irresoluta sobre si debe escaparse o entregarse, balbucea en cierto modo un extraño lenguaje.
La vida de Friedrich Nietzsche (Röcken, 1844-Weimar, 1900) está marcada, de principio a fin, por un aura inequívocamente romántica. En efecto, su temprana genialidad intelectual, llena de fulgurantes intuiciones sobre los presocráticos y la decadencia griega posterior a Sócrates (El nacimiento de la tragedia, 1872) obtuvo como recompensa la hostilidad y el desprecio de los medios universitarios y académicos oficiales. Además, este filósofo de la vida fuerte, plena y derrochadora fue asediado desde muy pronto por una enfermedad que ya no le abandonaría hasta el dramático episodio de Turín y los diez años de silencio que siguieron hasta su muerte. Maestro como pocos de la lengua alemana y fustigador de los incontables «ídolos» de la existencia humana, Nietzsche es, sobre todo, un genial creador de enigmas (la muerte de Dios, el superhombre, el eterno retorno...) capaces de suscitar materia de reflexión para los próximos siglos