El Político, obra en la que Azorín cifra la teoría política de la «pequeña filosofía», presenta una gran coherencia entre los ideales políticomorales que propugna y los valores estilísticos desde los que se confi gura. Ética y estética discurren en el texto en indisoluble unidad, en lo que es una clara recuperación de un clasicismo que se despliega hacia adelante como decidido retorno a los ideales preilustrados propios de la tradición velada. Y tienen un mismo carácter normativo porque ambas ética y estética hunden sus raíces en una misma comprensión de la verdad que no puede ser separada del bien y de la belleza. Azorín desvela el sentido moderno de una retórica antigua, y ofrece una comprensión del arte que informa un estilo de vida. La figura del político que se levanta en el texto se confunde con la del escritor y con la del artista, y los consejos prácticos dirigidos a la educación del político encuentran traducción inmediata en una correspondiente educación estética y en una igualmente correspondiente educación práctica para la vida cotidiana.