LUCÍA BAQUEDANO / CALATAYUD, MIGUEL (Ilustración)
El príncipe de Castelburgo no sabía reír. Para no molestarle, sus súbditos dejaron de hacer fiestas, de leer libros divertidos y de contar chistes. Así, las risas desaparecieron de todo el reino. Hasta que un buen día, un reloj de cuco defectuoso cambió el destino del príncipe.