Urdida en torno a la situación límite de una treintena de muchachos en una isla desierta, El Señor de las Moscas es una magnífica novela que admite lecturas diferentes e incluso opuestas. En efecto, si algunos pueden ver en esta indagación de William Golding en la condición humana la ilustración de que la agresividad criminal se halla entre los instintos básicos del hombre, otros podrán considerarla como una parábola que cuestiona un tipo de educación represiva que no hace sino incubar explosiones de barbarie prestas a estallar en cuanto los controles se relajan.
William Golding nació en Cornualles en 1911. Estudió en la escuela secundaria de Marlborough y ciencias y literatura inglesa en Oxford.
Trabajó como actor, productor, profesor, marinero, músico y, finalmente, maestro de escuela. Durante la segunda guerra mundial se enroló en la marina, y tomó parte, hasta que se graduó como teniente al término de la misma, en varias acciones navales como el hundimiento del Bismarck o el desembarco de Normandía, hechos que influyeron notablemente en su obra.
A pesar de haber decidido ser escritor a los siete años, no publicó hasta 1934 una colección de poemas, pero su verdadero debut literario no fue sino hasta 1954, cuando publicó El señor de las moscas (que Peter Brook llevaría al cine en 1963). Desde entonces publicó siete novelas, una colección de relatos, varias obras de teatro, ensayos y artículos. Entre su producción narrativa destacan Los herederos (1962), Martin el náufrago (1957) y La construcción de la torre (1965). En 1980 recibió el Booker Prize por su novela Ritos de paso, y en 1983 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Murió en 1993 dejando el borrador de una novela que se publicaría a título póstumo, La lengua oculta.