En Crimea ya no se escuchan las voces de los «fundadores y colonos de la orilla salvaje de la tierra tártara», sino el ruido de los instintos y la supervivencia, «los rugidos de la vida animal, de la antigua vida de las cavernas que conocieron estas montañas y que ahora ha regresado.» En Crimea muchas cosas han sido «barridas con la escoba de hierro» y muchas cosas se han perdido: «tártaros de ornamenta cobriza con canastas preñadas en las caderas, armenios bribones y jaraneros de Kutaísi, las roscas de pan, la tinta china, el olor a ajo y pimiento, las sombrillas de señora en la arena ». Al narrador le asalta un temor repentino: «¿No los habrás devorado tú, mar?». Pero no, el mar solo «calla y juega», pues, como sospechó Conrad, no es amigo ni enemigo del hombre, sino mero «testigo de su angustia.» (del prólogo) El sol de los muertos, novela escrita por Ivan Shmeliov en su exilio parisino en 1923, es una crónica alucinada de los efectos más oscuros de la Revolución de Octubre, de los que el autor fue testigo y víctima. Un documento imprescindible, a la vez testimonio y denuncia, para comprender una de las grandes tragedias colectivas del siglo XX.