Cuando el señor Newman fue perdiendo la visión y se compró unas gafas, sus amigos y conocidos empezaron a tratarlo con reserva y hasta con suspicacia. Y es que, de pronto, el aspecto del señor Newman pasó a ser el de un judío, aunque ni él ni la gente a su alrededor jamás hubieran reparado antes en ello. En la ciudad de Nueva York, en 1945, con el Frente Cristiano en pleno auge, tener semejante aspecto no facilitaba la existencia a nadie. A partir de ese momento, Newman se ve inmerso en una auténtica alucinación, la misma que va apoderándose de los que le rodean. En una sociedad obsesionada por el poder y el éxito, Newman, y la gente como él, los seres anodinos, aislados por el fantasma de su «diferencia», vienen a mostrarnos cómo una comunidad aparentemente civilizada y tolerante puede convertirse de pronto en una turba incontrolada y brutal. Cincuenta años después, ¿seguirán rondándonos los mismos fantasmas, las mismas alucinaciones?
Arthur Miller
nació en Nueva York en 1915 y falleció
en 2005. Clásico incontestable de la escena estadounidense, Miller escribió algunas de las obras maestras del siglo
xx, además
de obras de ficción, ensayo y crítica. Entre sus numerosos galardones se cuentan el Premio Pulitzer (1949)
o el premio de la crítica teatral neoyorquina en dos
ocasiones, así como el Premio Príncipe
de Asturias de las Letras
(2002). Hombre público por su compromiso social -y su vida privada-, nadie como Miller ha sabido reflejar las frustraciones y desengaños de la sociedad estadounidense. Tusquets Editores ha
publicado su autobiografía titulada Vueltas
al tiempo (Andanzas
78), la recopilación de ensayos
Al correr de los años
(Marginales 208), obras de teatro tan célebres como Las brujas de Salem y El crisol (Marginales 156 y Fábula 245), Muerte de un viajante
(Marginales 188), Panorama desde
el puente (Marginales
217) y El descenso del monte Morgan (Marginales 234), así como sus novelas
En el punto
de mira (Andanzas 247) y Una chica cualquiera (Andanzas 293 y Fábula 134) y el volumen de relatos Ya no te necesito (Andanzas 502).