Hannah Arendt experimentó el hecho de ser judía unas veces como testigo y otras como protagonista y víctima de los acontecimientos, acerca de los cuales se corría el riesgo de la parcialidad. Sin embargo, Arendt siempre desempeñó el papel de juez, lo que significa que siempre miraba estos acontecimientos, y a sí misma, en la medida en que estaba implicada en ellos, desde fuera. Sus textos sobre la cuestión judía, que escribió a lo largo de más de treinta años, no son tanto unos ejemplos de las ideas políticas de Arendt, sino más bien el substrato de las experiencias a partir de las cuales estas ideas nacieron y se desarrollaron. Es en este sentido que su experiencia como judía es, literalmente, el fundamento de su pensamiento, aquello que lo alimentaba aun cuando no pensase en los judíos o en las cuestiones judías.
(1906-1975) Estudió filosofía, teología y filología clásica en Marburgo, Heidelberg y Friburgo. En 1933 se exilió de Alemania y residió en París hasta su huida a Estados Unidos en 1941, donde enseñó filosofía política en las Universidades de Princeton, Chicago y Nueva York. Con sus influyentes obras La condición humana, Crisis de la República y Sobre la revolución, se convirtió en una de las principales pensadoras políticas del siglo xx.