HERRERA, ISIDRO / BATAILLE, GEORGES
Por un instante se nos concede la oportunidad de conocer en el momento en que entra en la muerte este mundo que nunca pareció revelamos una insostenible presencia sino para sustraernos su sentido. Conoceremos ese sentido de una manera fugaz, y su afirmación no estará ahí sino para disolverse en un silencio definitivo. Es una oportunidad, sin embargo, de responder a esta invitación: esta oportunidades es decepcionante, es verdad, pero si lo es, tal vez hemos esperado innumerables siglos una apoteosis tan humana, un acabamiento tan sublime y tan perfecto. Se trata siempre de una apoteosis, donde los ojos sin duda se abrirán demasiado tarde ante la última revelación, de modo que merece al menos la débil excitación que experimento. No puedo esperar disfrutar de ello, ni siquiera sabré si no convierto en un espectáculo maravilloso un acontecimiento cuyo carácter es justamente no anunciar ya nada maravilloso. El día en que lo que espero se verá, tal vez todos los ojos estén cerrados, como inevitablemente los ojos de los verdugos dignos de ese nombre son ciegos a la muerte. Pero aún es tiempo, y puedo, saliendo de nuestros hábitos de pensamiento, concederme por anticipado el espectáculo que nunca mirarán más que unos ojos cerrados, pero que todavía veo, y que delante de mis ojos desorbitados es tan maravilloso como angustioso.