De cualquier modo resulta difícil comparar Estados de derecho que gozan de una larga tradición con regímenes que confían su destino a algo tan efímero como puede ser el futuro. Cuando estos últimos se vienen abajo no dejan más que ruinas, que aún tenemos que aprender a leer. Por ello, en su caso, es mejor no hablar de realidad, sino de estabilidad. Los vínculos inestables resultan ineludibles bajo determinadas condiciones, y ello aunque al vecino le parezca que el mundo se viene abajo cada vez que se hacen patentes...