DELEUZE, GILLES / HERRERA, ISIDRO
Presencia, presencia, es la primera palabra que llega ante un cuadro de Bacon. [...] La presencia o la insistencia. Presencia interminable. Insistencia de la sonrisa más allá del rostro y debajo del rostro. Insistencia de un grito que subsiste a la boca, insistencia de un cuerpo que subsiste al organismo, insistencia de las órganos transitorios que subsisten a los órganos cualificados. Y la identidad de un ya aquí y un siempre con retraso, en la presencia excesiva. Par todas partes una presencia actúa directamente sobre el sistema nervioso y hace imposible el asentamiento o la distanciación de una representación. [...] La pintura da a ver la presencia, directamente. Gracias a los colores y a las líneas, inviste el ojo. Pero ella, al ojo, no lo trata como un órgano fijo. Liberando a las líneas y a los colores de la representación, libera al mismo tiempo al ojo de su pertenencia al organismo, lo libera de su carácter de órgano fijo y cualificado: e1 ojo se convierte virtualmente en el órgano indeterminado polivalente, que ve el cuerpo sin órganos, es decir, la Figura, como pura presencia. La pintura nos pone ojos en todas partes: en el oído, en el vientre, en los pulmones (el cuadro respira... ). Es la doble definición de la pintura: subjetivamente inviste nuestro ojo, que deja de ser orgánico para convertirse en órgano polivalente y transitorio. objetivamente, alza ante nosotros la realidad de un cuerpo, líneas y colores liberados de la representación orgánica. Y lo uno se hace por lo otro: la pura presencia dei cuerpo será visible, al mismo tiempo que el ojo será el órgano destinado de esa presencia.
Gilles Deleuze nació en parís en 1925. Desde 1970, es profesor de filosofía en la Sorbonne. Es autor de varios libros : Nietzsche y la filosofía (1962), La filosofía crítica de Kant (1963), Proust y los signos (1964), Spinoza y el problema de la expresión (1968), La lógica del sentido (1971) y, en 1972, en colaboración con Félix Guattari, del libro que le dio a conocer mundialmente y le convirtió en uno de los filósofos más polémicos de los años setenta, El anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia.