Nerbert Hanold, un joven arqueólogo alemán, deja de vivir para dedicarse enteramente a sus investigaciones, obsesionándose por el andar que representa a una joven virgen romana bautizada como Gradiva en un bajorrelieve que ha adquirido en Roma. Observando en las jóvenes este andar, él ocupa sus sueños y se imagina en la época de la destrucción de Pompeya. El arqueólogo viajará a la ciudad del Vesubio y se encontrará en carne y hueso a Gradiva, que le habla en su lengua y se le revela como una compañera de juegos infantiles. El rostro y la voz de Gradiva, así como su andar, turban y conmueven a Hanold, que los ve como la llave de la felicidad. El reino de los muertos, en una súbita revelación, cede a la rosa de la vida.