El genio de Giacometti es de sobras conocido. No así la figura de su hermano Diego. James Lord, testigo privilegiado de los círculos artísticos del París de los años cincuenta y sesenta, conoció a ambos y tuvo ocasión de observarlos en su hábitat natural. Una historia conmovedora e inquietante, además de una valiosa aportación para comprender el arte y las obsesiones del trabajo de ambos.