'Si se nos tilda de innovar, nos escudaremos con el ejemplo del mismo Jesucristo, que fue mirado como un innovador por los judíos, tan obstinados en su antigua ley, y que fue el mártir de la reforma que quiso introducir. No obstante, declaramos firmemente que no tenemos ningún deseo de imitarlo en este punto: queremos predicar, sí, pero excluyendo el martirio. Si la doctrina que presentamos no agrada, como el autor no pretende que se lo considere divinamente inspirado, deja a cada uno en plena libertad de desechar o admitir sus interpretaciones y su manera de ver las cosas. No amenaza con tormentos eternos a los que no acepten sus argumentos, ni tiene suficiente autoridad como para prometer el cielo a los que se sometan a ellos. Se atreve a pensar que los que lean este examen a sangre fría reconocerán que es posible dudar de la inspiración de los autores evangélicos y de la misión divina de un charlatán de Judea, sin dejar por esto de ser hombre de bien y racional.' Barón D'Holbach.