Rudolf quiere escribir un estudio definitivo sobre su compositor: Félix Mendelssohn. Su hermana, enemiga natural de todo lo que tenga que ver con el espíritu, desprecia su esfuerzo y le anuncia su muerte. Rudolf decide irse a escribir a Palma de Mallorca. Allí recordará a una mujer, a su marido muerto. Acudirá al cementerio y encontrará una lápida, y, junto al nombre del marido, también el de aquella mujer un día desesperada por la presencia a su lado de la muerte.
Las primeras frases de su trabajo sobre su adorado músico se mezclarán, así, con la realidad recordada y con el presente que ha irrumpido en su vida. Ese ritual de frases, esa unión de lo pasajero y lo profundo, constituye una trama en la que Thomas Bernhard, recientemente fallecido, muestra su enfrentamiento inteligente con un mundo en el que ninguna doctrina es capaz de hacer efecto.