¿Qué nos propone el inefable Wodehouse en estos desternillantes relatos? Nada más ni nada menos que una visita al Club de los Zánganos. En sus elegantes salones encontraremos a la flor y nata de los pisaverdes, inmaculadamente vestidos y desmelenadamente chismosos. Ninguna línea es tan recta como la raya de sus impecables pantalones; el color de los guantes y del chaleco responde a leyes inexorables, y el dibujo de la corbata a cálculos infinitesimales. Y sus conversaciones, que responden a todas las reglas no escritas del manual del frívolo elegante, tratan de temas tan fundamentales como el odio que Freddie Widgeon siente por los gatos, o los incidentes y accidentes de la volcánica pasión del mismo Freddie por una muchacha llamada April. Pero, claro está, muchas cosas pueden suceder en tan exquisito lugar, si tenemos en cuenta que su fundador es P. G. Wodehouse, un escritor que, según Compton Mackenzie, consiguió dejar exhausta la provisión de adjetivos elogiosos de los críticos.
P.G. Wodehouse (1881-1975) nació en Surrey. Tras trabajar un tiempo como periodista en Inglaterra, se trasladó a los Estados Unidos. Escribió numerosas obras de teatro y comedias musicales, y más de noventa novelas. Creador de personajes inolvidables -Jeeves, Bertie Wooster, su tía Agatha, Ukridge, Psmith, Lord Emsworth, los lechuguinos del Club de los Zánganos, y tantos otros, sus obras se reeditan continuamente, como corresponde a uno de los grandes humoristas del siglo.