Nosotros formamos parte de la tierra que nos alimenta, bebemos el agua de la lluvia y bailamos danzas de agradecimiento en cuanto la luna se pone tan redonda como el ojo del búho en la oscuridad. Pero la amenaza nos acecha. Tenemos enemigos que pretenden arrebatarnos el bosque con sus máquinas de dientes puntiagudos. La selva se reduce y nuestros jóvenes se emborrachan. Muchos son los que han claudicado ante la tentación del vigoroso líquido que adormece las pasiones. Tanto que ahora quedan pocas aldeas como la nuestra. Puede que seamos los últimos. Pero el enemigo se acerca, cada vez más cerca.