«Tras el divorcio, durante los primeros dos años, mi madre se dedicó a cambiar incesantemente de ciudad. Cada vez que lo hacía, elegía un nuevo lugar más al oeste, como si estuviera persiguiendo el sol de poniente. Llevábamos una vida como de dos hojas transportadas por el viento, aunque apenas lo recuerdo. Cambiábamos de sitio tan rápido que ni siquiera daba tiempo a que los recuerdos se grabaran en mi mente».
A los cuarenta años, la infancia parece muy lejana... Por eso, cuando el protagonista rememora la suya, lo hace con una especie de extrañeza teñida de incertidumbre por los momentos cotidianos al lado de su madre y su abuelo, el Viejo Teko, un anciano con un comportamiento misterioso y hosco que evoca su juventud frente al niño en una atmósfera llena de calidez.
Ambientada en una ciudad bañada por el atardecer, esta novela de la autora de Los amigos refleja el enigmático mundo de los adultos a través de los ojos de un niño y sus recuerdos, mucho tiempo después, sobre lo que realmente sucedió.