Después siempre que volvías a caminar con los pies descalzos recordabas el frío de aquellas baldosas, tus manos tanteando a ciegas las paredes de la casa hasta dar con el interruptor del baño. Tu rostro en el espejo, el agua fresca resbalando por el. Y de pronto, el eco de la voz de Cinzia. un libro japonés, una historia de viejos que dormían al lado de doncellas jóvenes. Sólo dormían. Arriesgaban todo por hacerlo. No les ponían ni una mano encima.