Una figura: la desconocida, metáfora de lo inaprensible y siempre huidizo. Un espacio: el puerto, frontera y apertura, cercanía y horizonte. Un tiempo: la hora del derribo, real y soñado, físico e imaginario. Un medio: la fotografía, que descubre en tanto que vela, que muestra en negativo. Y dos interrogantes, insolubles: el Autor y la Obra. El juego está servido. Con estas cartas sobre la mesa, Vicenc Altaió hita y deshila, sin ta ingenuidad de Penélope, tos elementos para una estética de la desaparición. En un mundo de palabras y en un siglo de paradojas, Altaió se pasea por el paisaje después de todas las batallas, con tos cadáveres todavía tendidos por el suelo: dios, la realidad, el sujeto y el autor, la obra y los géneros, la verdad. Y, entre los escombros y las cenizas, sólo la Desconocida, figura del imaginario que apunta hacia otra realidad, no sometida ya a los imperativos del sentido unívoco ni al totalitarismo de la monolítica verdad.`