Después de algunos años alejado de los estudios literarios, cuando leí algunas obras de Javier Marías, tan ponderadas por críticos, académicos y profesores, comprendí que me encontraba en el camino adecuado para alcanzar el tipo de situación en que más disfruto de la vida: la de enfrentarme, desde la total independencia y provisto de ideas personales, al adocenamiento de lo oficioso y al conformismo de lo establecido. Aquellas no sólo eran las peores novelas en rigor, ni siquiera eran novelas de todos los tiempos, sino también unos libros ridículos, irrisorios. En ellos dominaba la incompetencia, la pobreza de ideas y una falta total de valores estéticos. Luego, al proseguir mis lecturas y comprobar que al mismo bajo nivel se situaban las obras de quienes eran ofrecidos al público como los renovadores de la novela española de finales del siglo XX y comienzos del XXI Almudena Grandes, Muñoz Molina, Maruja Torres, Rosa Montero, J.J. Millás, etc., comprendí que me encontraba ante un colosal engaño. un engaño en el que participaban todas las instancias por las que discurre la vida del libro. desde las agencias a las bibliotecas, pasando por las editoriales, las librerías, la crítica, los medios de comunicación, los jurados de los premios, la publicidad... (Del Prólogo)