Si la historia de la humanidad es un relato construido sobre la esclavitud, la conquista, el genocidio y la explotación, ¿por qué son solo las naciones occidentales quienes asumen su cuota de responsabilidad?
Hoy en día, parece que celebrar las contribuciones de otras culturas es algo perfectamente aceptable, mientras que hablar de sus defectos y crímenes es un acto de odio. Por el contrario, uno puede flagelarse por las atrocidades presentes y pasadas de su propio pueblo, pero alabar sus contribuciones y épocas de gloria es reaccionario y colonialista.
En La guerra contra Occidente, Murray describe cómo las personas bienintencionadas se dejan engañar por una retórica antioccidental hipócrita e incoherente. Si los actos de xenofobia y discriminación son condenados en Europa y Estados Unidos, ¿por qué no denunciar el racismo genocida que tiene lugar hoy en Oriente Medio y Asia? No son solo los académicos deshonestos quienes se benefician de este fraude intelectual, sino también las tiranías, felices de que el mundo desvíe la mirada de sus propios actos.
Tras el éxito de La masa enfurecida, un libro que ahondaba en las perversas políticas de identidad, Douglas Murray centra ahora su atención en la guerra cultural y aboga por una idea que, por demasiado obvia, algunos parecen ignorar: para que los ideales y valores de Occidente sobrevivan, primero hay que defenderlos.
Douglas Murray es un columnista y periodista que trabaja para medios como Spectator, Sunday Times o el The Wall Street Journal. Es además un destacado conferenciante y ha sido invitado a ponencias en Westminster, el Parlamento Europeo y la Casa Blanca. Es autor del libro La extraña muerte de Europa, que fue un inesperado éxito de ventas en Reino Unido y se tradujo a más de veinte lenguas.