La ira es tan sólo un instrumento o un arma en manos más calculadoras. Un pueblo en armas es una fuerza, pero no piensa. Como mucho opina. Y la opinión es cosa fácil de construir. La ira no produce cambios, la ira es mercenaria. Sirve a quienes más la excitan.
La necesaria rebeldía de Medea contra el orden social establecido -o lo que llamaríamos ahora lo «políticamente correcto»- y contra sus propios impulsos naturales, y la actividad de un principio como el de la diosa Kālī que sustenta, en el orden simbólico, la cíclica construcción y destrucción del universo de las formas son, si las comprendemos bien, dos ejemplos inmejorables del poder femenino que necesitamos activar para adelantarnos a lo que ha de venir y evitar así un desastre mayor.
Podemos invertir los papeles, sin duda. Pero ¿de qué sirve reemplazar los ingredientes si el caldo está podrido? Lo que necesitamos ahora no es una simple inversión, sino una auténtica transformación, un cambio de paradigma que abarque todos los ámbitos. Pues no se trata tan sólo de transformar nuestra economía, nuestro modo de gestionar el ecosistema
Chantal Maillard nació en
Bruselas en 1951 y reside en Málaga desde 1963, y actualmente también vive en
Barcelona. Es doctora en filosofía y profesora titular de estética y teoría de
las artes. Hasta el año 2001 impartió docencia en la Universidad de Málaga. Ha
vivido largas temporadas en Benarés, donde se especializó en filosofía y
religiones indias. Colabora regularmente en el suplemento cultural de El País. Ha cultivado el ensayo y, en
textos como Diarios indios o Husos y Notas al margen, la confluencia
de géneros. Como poeta, ha publicado, entre otros, los volúmenes Poemas a mi muerte (1994, Premio
Santa Cruz de La Palma), Hainuwele
(1990, Premio Ricardo Molina), Conjuros (2001), Lógica
borrosa (2002) y Matar a
Platón, que obtuvo el Premio Nacional de Poesía 2004.