La juventud de nuestro tiempo ha sido domesticada. Domesticar significa desproveer al salvaje de su espontaneidad, su capacidad para inventar y su falta de sensatez para diferenciar entre la realidad y el engaño. Si la educación es algo más que simple transmisión de procesos disciplinares y verdades admitidas y creo, como educador, que lo es, o que debe serlo entonces necesariamente contempla la posibilidad de propiciar en las nuevas generaciones el acceso a lenguajes críticos, capaces de ayudarles a cuestionarse los valores establecidos y transformarlos en clave emancipatoria. Si esto es así, es decir, si sigue siendo cierto en la práctica que educar no es domesticar, entonces no podemos afirmar que la juventud actual ha sido domesticada, al menos no a través de las escuelas. Yo hablo de otra cosa: temo que en nuestras sociedades tardoindustriales se haya cumplido la paradoja de que las categorías de lo juvenil hayan impregnado como valor afirmante dominios que van mucho más allá de la moda o el pop, al tiempo que los jóvenes han visto misteriosamente desactivado su poder transformador. El objetivo de este ensayo es explicar esa teoría aparentemente paradójica. Desde siempre, con el joven llegó el escándalo. Lo juvenil ha sido siempre fuente de sospecha para el mundo presuntamente ordenado en el que nacemos. La desfachatez que se le consiente al niño con una mezcla de paternalismo y fastidio empieza a ser percibida como un peligro cuando proviene de quien ya está en edad de producir. Ese es el momento en que empieza el abismo generacional`, que no es otra cosa que la incapacidad de establecer sistemas de traducción eficaces para el diálogo entre generaciones. Así, los sesenta designan el momento histórico de enorme incertidumbre pero también de máxima promesa en que la juventud empieza a ser capaz de pensarse. Con la contracultura, el pop, el underground, el Movement o como queramos llamarle, se desarrolla en Occidente un lenguaje de reivindicación de la alteridad, de autoafirmación de los Otros de la historia que no habría sido posible de no constituirsesobre todocomo un lenguaje de jóvenes.