La mirada rasante se sitúa en un territorio de introspección meditativa desde el cual descubrir realidades insospechadas, a partir de una hipersensibilidad que no renuncia a rebelarse contra la injusticia o lo absurdo, en ocasiones, o en abrazar y dar calor desde lo corpóreo y emocional, si es necesario. Se trata de dar cuenta de las consecuencias de una lucidez que muchas veces preferiría no saber y no asistir a la acumulación psíquica de planos e imágenes que se inclinan por sus significados, y que nos pueblan. Pero también La mirada rasante se apoya en un escepticismo tamizado y descreído que posee la poesía como asidero, tal vez el único que nos queda, desde el que intentar comprender el mundo, nuestra historia individual y colectiva y los sentimientos que nos configuran. J. C. ABRIL