Defensora de los derechos de la mujer, de la causa obrera y, muy especialmente, de la necesidad de una reforma penitenciaria que acabara con el hacinamiento y la inseguridad jurídica en la que vivían los presos, Concepción Arenal (1820-1893) es la pensadora más original y lúcida del siglo XIX español. A pesar de las limitaciones a las que tuvo que enfrentarse como mujer con una marcada vocación filosófica -en una época todavía muy misógina-, Concepción Arenal desarrolló un pensamiento que sigue siendo vigente en sus postulados fundamentales. Elaborado por la prestigiosa profesora Anna Caballé, el volumen, además de ofrecer por primera vez una visión global de los escritos de Concepción Arenal, permite comprender su pasión por el bien, en el que tanto creyó como eje de un progreso social verdadero. La humanidad no va chocando de escollo en escollo, sino venciendo lentamente los obstáculos que se le presentan en su marcha hacia el bien. Este bien no es fácil, pero no es imposible tampoco. He aquí el secreto de su filosofía.
Concepción Arenal (El Ferrol, 1820 Vigo, 1893) Pionera en el feminismo español y precursora del trabajo social como profesión y dentro de los valores cristianos, tuvo que disfrazarse de hombre para acudir como oyente a las clases de Derecho de la Universidad Central de Madrid. Tras la intervención del rector, pudo asistir a ellas durante tres años de 1842 a 1845 pero siempre vigilada por una persona que la llevaba y recogía de las clases. A pesar de sus logros nunca consiguió ningún título universitario, ya que las normas de la época lo impedían.
Su denuncia de los abusos cometidos en las cárceles y hospicios de la época, a través de sus escritos en la Voz de la Caridad periódico fundado por ella misma, le hizo ganarse el respeto de mujeres nobles, como la condesa de Espoz y Mina o la duquesa de Medinaceli con quien colabora en la rama femenina de la Cruz Roja.
Madre de tres hijos, al comienzo de su matrimonio se decantó por la literatura publicando varios ensayos de corte social que no pudo firmar con su nombre, escondiendo su autoría tras el de su hijo Fernando. En La mujer del porvenir, escrito en 1869, critica a quienes defienden la inferioridad de la mujer por razones biológicas y aboga por el acceso de las mujeres a la educación.