Vivimos rodeados de un zoológico informático. Las computadoras personales, laptops, agendas electrónicas, impresoras, teléfonos con Internet y otras maravillas digitales nos asedian. Y se están multiplicando con rapidez. Son criaturas a las que constantemente debemos alimentar, curar y, sobre todo, esperar. Dedicamos horas y horas de nuestras cortas vidas a lidiar con ellas y a evitar que peleen entre sí. Y todo esto para que terminen frustrándonos, mostrándonos mensajes de error incomprensibles y regañándonos cada vez que pueden. Las computadoras nos han reducido a un nuevo tipo de servidumbre. Michael Dertouzos sostiene que ha llegado el momento de sublevarnos con una simple y obvia exigencia: ¡Hagan computadoras más fáciles de usar! No es posible que tengamos que leer las seiscientas páginas del manual de un procesador de texto para poder hacer lo que antes hacíamos con un lápiz y un papel. Las computadoras deben trabajar para nosotros y no a la inversa. ¿Mera fantasía? Dertouzos cree que ya puede hacerse realidad si la informática cambia de rumbo y se orienta al ser humano. Para ello propone usar como base cinco tecnologías claves: la interacción natural, la automatización, el acceso individualizado a la información, la colaboración y la personalización. El proyecto Oxygen del MIT, que aquí nos anticipa, va en ese camino. Hasta que no logremos computadoras que nos comprendan cuando les hablamos, que se adapten solas a nuestras necesidades personales, y que nos consigan la información que queremos donde y cuando la queramos, la revolución de la información seguirá incompleta.