Nunca el conocimiento había sido tan importante y a la vez tan sospechoso; nunca lo habíamos necesitado tanto y desconfiado al mismo tiempo de él; nunca habíamos depositado tantas esperanzas en el conocimiento como solución mientras se convertía él mismo en un problema. La ciencia es fuente de la máxima autoridad y siempre controvertida. Los expertos son para unos la tabla de salvación y para otros los destinatarios de todas las iras. Mientras hay quien espera que el conocimiento nos saque del error y la ignorancia, hay también quien teme que nos esté conduciendo a los peores desatinos. No entenderemos la sociedad en la que vivimos si no damos una explicación adecuada de este extraño antagonismo, que ya no puede ser entendido a partir de la moderna contraposición entre la Ilustración y sus sombras, como un combate moral entre progresistas y reaccionarios, la clásica demarcación entre cuerdos y locos. No está en juego la racionalidad y su contrario, sino una cierta metamorfosis de la idea misma de racionalidad, que ya no puede definirse cómodamente frente a su simple negación. Perderíamos una gran ocasión de
Daniel Innerarity (Bilbao, 1959), catedrático de filosofía social y política e investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco, dirige actualmente el Instituto de Gobernanza Democrática, con sede en San Sebastián. Ha sido profesor invitado en diversas universidades europeas y americanas, como la Universidad de la Sorbona y el Instituto Europeo de Florencia, y colabora de forma habitual en diferentes medios de comunicación como El País y El Correo / Diario Vasco. Sus obras, entre las que se cuentan Ética de la hospitalidad, La transformación de la política, El nuevo espacio público, El futuro y sus enemigos, La democracia del conocimiento y la más reciente La humanidad amenazada: gobernar los riesgos globales, con Javier Solana como coautor, han interesado a públicos amplios y le han hecho merecedor de diversos premios, entre otros el Nacional de literatura en la modalidad de ensayo