Nada resulta más difícil que ser libre, dueño y creador del propio destino. Nada más abrumador que la responsabilidad que nos encadena a las consecuencias de nuestros actos. ¿Cómo disfrutar de la independencia y esquivar nuestros deberes? Mediante dos escapatorias, el infantilismo y la victimización, esas dos enfermedades del individuo contemporáneo. Por una parte, el adulto, mimado por la sociedad de consumo, quisiera conservar los privilegios de la infancia, no renunciar a nada, mantenerse instalado en la diversión permanente. Por otra, emula al mártir, aun cuando no sufra más que de la simple desdicha de existir. Doble dimisión que no carece de riesgo: para muestra, las relaciones hombre/mujer vividas según el modelo de la guerra o bien de la secesión, el rechazo a crecer erigido en valor absoluto, la creciente judicialización de cualquier aspecto de la relación social e incluso individual y, en todas partes de nuestra próspera Europa, el culto a lo maldito en medio del bienestar. ¿Serán los «biendolientes» nuestros nuevos bienpensantes? ¿No ha llegado ya el momento de no confundir la libertad con el capricho? ¿Son el miedo y la debilidad el precio a pagar por nuestro rechazo a la madurez? Finalmente, ¿cómo mantener la democracia si una mayoría de ciudadanos aspira al estatuto de víctima aun a riesgo de ahogar la voz de los verdaderos desheredados?
Pascal Bruckner, filósofo y novelista francés, nació en París en 1948. Colaborador habitual de Le Nouvel Observateur, en 1995 obtuvo el Premio Médicis de ensayo por La tentación de la inocencia y en 1997 el Premio Renaudot por la novela Los ladrones de belleza. Otra de sus novelas, Lunas de hiel, fue adaptada al cine por Roman Polanski. Entre sus títulos ensayísticos hay que destacar también El nuevo desorden amoroso (en colaboración con Alan Finkielkraut), La euforia perpetua y Miseria de la prosperidad.