¿Por qué en el país que protagonizó las mayores hazañas de la Historia y sin cuyo liderazgo ni el cristianismo ni Occidente habrían logrado sobrevivir, sus ciudadanos tienen tan mal concepto de su pasado y su presente? ¿Cómo es posible que esté dispuesta a autodestruirse una nación que conectó los dos mundos con «el descubrimiento de América», que impulsó la primera vuelta al mundo de Elcano, realizó colosales aportaciones como la Escuela de de Traductores de Toledo y vio nacer a personajes como Isidoro de Sevilla, Isabel la Católica, Fernando de Aragón, Carlos I, Felipe II, Cervantes, Santa Teresa, Goya, Jovellanos, Ramón y Cajal u Ortega? Era necesario analizar las razones y los métodos empleados (entre otros, la doble vara de medir) para construir la leyenda negra más agresiva y duradera de la historia. Hacía falta estudiar cómo y por qué la propaganda antiespañola «externa» se instaló en el imaginario colectivo patrio, e influyó en nuestra decadencia a partir del siglo xvi, hasta llegar a asumir que éramos inquisitoriales, grotescos, ignorantes y fanáticos. Era necesario examinar cómo este mito «intra