Los ejércitos del Lacio, de Roma, llegaban a un nuevo territorio
inicialmente buscado como objetivo militar. Una vez incorporado al
imperio, y especialmente tras la reforma impulsada por Augusto
para el gobierno y la organización de las provincias, el propósito de
Roma era ya dar forma al nuevo territorio haciendo de él una provincia
dentro de su imperio y organizando su administración. Para
los habitantes de la península Ibérica este proceso les reportó grandes
beneficios.
La civilización romana supuso la consolidación y difusión del modelo
social que fue capaz de producir el mundo antiguo y que constituye
su aportación última a la historia de los hombres: el modelo
de vida urbana opuesto al modelo rural. Los veteranos de la conquista
crearon una red de ciudades que se convirtieron en focos de
difusión de su modelo social; extendieron el latín y su escritura
como lengua universal y vehículo de la cultura grecolatina; finalmente,
establecieron unos principios económicos y unas reglas de
juego en el mercado que aún siguen vigentes.
De la antigua Iberia hasta la mediterránea Hispania, en un proceso
de constante capilarización cultural, los caminos de la Roma se
ramificarán hasta vertebrar nuestra civilización.