Vittorio Bodini (Bari, 1914-Roma 1970), además de un magnífico poeta, fue un relevante hispanista y un excelente traductor. Su voz poética, nacida al calor del hermetismo florentino e imbuida de amor por España, sugestiones lorquianas y meridionalismo, despunta como una de las más significativas de la literatura italiana del siglo. Rafael Alberti, con el que Bodini trabó una sincera amistad durante sus años romanos, dijo de él que era «un traductor genial, un hombre genial, un poeta genial», y Carmen Laforet lo definió simplemente como «un poeta muy grande, muy actual y ya de siempre». Sus versos rompen de un puñetazo la cotidiana monotonía del alma, aturdida de inercias, y nos invitan a sumergirnos en las entrañas de la vida, con sus colores y sus sombras, porque «solo cuando hayamos aprendido de los sauces / a acariciarnos lentamente / y de la luna a apostar en contra de nosotros / podremos decir que hemos vividos dos veces».
Pocos son los académicos hispanistas que no hacen bostezar. Vittorio Bodini fue uno de esos privilegiados. Falleció en 1970, en Roma, donde estudió, vivió y amó ; amó a Góngora, a Valle-Inclan, a Cervantes (de quien tradujo el Quijote al italiano), a las romanas y al vino. Si, pese a su poco agraciado físico, consiguió seducir a muchas generaciones de jóvenes, es que, sin duda alguna, fue un excelente profesor. Bodini fue ?todo un personaje? en la vida cultural italiana : curioso, inquieto e indisciplinado, pero también una de las mentes más lúcidas de su tiempo.