Irène, nacida en un familia de escasos medios, por no decir nulos, se dedica a robar en los mercados de su barrio, New Port, en la ciudad camerunesa de Douala. Un día, sin embargo, roba un bolso cuyo contenido le obliga a esconderse, y acaba en la casa de un extraño matrimonio, formado por Ousmane y su sensual esposa, Fatou, que la acogen temporalmente. El erotismo de Irène, unas veces extremadamente vital, otras destructivo y aun autodestructivo, y las peculiares circunstancias en que vive la pareja, lanzarán a los tres a unos juegos sexuales que pueden culminar en cualquier exceso, siempre condimentados con el carácter profundamente libertino de Irène. Mujer desnuda, mujer negra es un viaje al erotismo actual africano, un mundo en el que el sexo aflora cotidianamente con toda naturalidad, pero que no tolera que se viva a tumba abierta. De ahí que, en esta novela, no haya «sostenes de encaje, ni medias de rejilla, ni braguitas de seda carísimas, ni perfumes de rosa o gardenia, y menos aún esas poses rituales de mujer fatal sacadas del cine o la televisión», porque Irène, la joven protagonista, se propone «escarbar en las entrañas de la tierra, sondear en lo más profundo de los abismos, donde el ser se desintegra, muere y resucita sin guardar nunca el menor recuerdo». No es de extrañar que la crítica haya dicho que Mujer desnuda, mujer negra es «como un puñetazo, inteligente y bien construida, donde el sexo nunca es gratuito y siempre gozoso», pues en ella «la carne no es triste, sino triunfante, jubilosa».