Probablemente fue nada menos que Mao Zedong quien, refiriéndose a las mujeres, pronunció una de las expresiones más brillantes que puedan formularse. Dijo de ellas que eran: "La otra mitad del cielo". En pocas palabras este insigne revolucionario chino dejaba sancionada un ley no escrita que legitima la existencia de un universo aparte, con sus peculiaredades y sus reglas invisibles. Lo cierto es que las mujeres suman, numéricamente, más de la mitad de la población del planeta: una presencia que, presciendiendo de la capacidad para generar vida, supone necesariamente tener un papel central en la vida emotiva y social de todas las sociedades. Sin embargo, ser mujer ha significado, en la historia de la humanidad y prácticamente hasta nuestros días, enfrentarse a una existencia controvertida y alejada de la vida social activa.
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