La mañana del 14 de junio de 1616, el toledano Francisco de
Ribera, capitán de mar y guerra de la armada corsaria del
duque de Osuna, se encontró en aguas del cabo Celidonia, en la
costa de Anatolia, con cincuenta y cinco galeras de la fl ota turca,
a las que solo podía oponer su escuadrón de seis veleros. En un
asombroso alarde de ingenio, destreza y valor, las «naves
mancas» españolas derrotaron a las otomanas y acabaron con
una tradición naval de más de tres mil años.
Los buques a vela, perfectamente desarrollados durante la
segunda mitad del siglo xv, con una estrategia militar totalmente
defi nida, se convirtieron así en los protagonistas de la
navegación. Del Mediterráneo al Pacífi co, durante dos siglos, el
viento en las velas empujará a galeones, fragatas y navíos de
línea a una avantura infi nita en la que ya no existirán barreras.
El dominio del mar se hará imprescindible. La lucha por
conseguirlo, implicará a todas las naciones del mundo civilizado
en una