La vida de don Miguel fue, como el lector sabe, aciaga, y su independencia intelectual le hizo pagar un alto precio en repetidas ocasiones y acabaría llevándolo a la tumba. A Augusto Pérez, un hombre bueno y simple, pero filósofo y mujeriego -o mejor dicho, admirador del bello sexo- fueron su entusiasmo y la voluntad del propio Unamuno, su creador, los que le llevaron a la tumba. Que esto sea una nivola o una novela tanto da, como explica Pollux Hernúñez en su extroducción. En cualquier caso se trata de una edición revisada, anotada apenas, ilustrada y hecha con el cuidado que la centenaria celebración merece.