Como creyente y como pastor de la Iglesia, como filósofo y como teólogo, san Agustín se sintió pronto atraído por los dos capítulos iniciales del Génesis que refieren el origen de cuanto existe fuera de Dios. Esa atracción se explica por la importancia que los relatos de la creación han tenido en la formación del pensamiento cristiano, sobre todo en la cosmología, la ontología y la antropología; a su vez, explica las repetidas veces que, en diferentes contextos, el santo se ocupó de exponer el texto y ofrecer sus reflexiones a los eventuales lectores. Su labor exegética aparece siempre escoltada por una pastoral de interés apologético y por un sorprendente diálogo con la ciencia del momento, basado en principios que mantienen plena validez.