Un regalo inesperado y muy grato para los amantes de la poesía (y para nuestra colección Nuevos Textos Sagrados) es este nuevo libro de Ángel González. Que rompe un silencio de más de nueve años. No sólo porque su autor se ha convertido ya en un poeta de referencia indiscutible para las nuevas generaciones, una voz de enorme presencia y magisterio en la mejor poesía última, sino sobre todo porque Otoños y otras luces es uno de sus mejores poemarios, sabio e irrepetible desde la altura de los años. Con una disposición efectiva en cuatro partes que son a su vez cuatro modulaciones, Otoños y otras luces traza un recorrido por diferentes luces que son otras tantas miradas sobre el mundo. La primera parte, ?Otoños?, da el tono del libro y la fuerza referencial y simbólica de sus imágenes, atardeceres que preludian una despedida, destellos que parecen los últimos e intensos fulgores previos al ocaso (?piadosa moratoria que la tarde concede / a la débil penumbra que aún me habita?), vaticinios del invierto más crudo, el de la vida y el del fin del amor. En la segunda parte, ?La luz a ti debida?, los poemas están dictados por la persona amada, luminosa juventud, pasión y condena, aunque a veces la vida (?incomprensible y pura vida?) nos arroje al frío del desengaño. En la tercera parte, ?Glosas en homenaje a C.R.?, la figura y obra de otro gran poeta, compañero de generación, personifican el ansia de pureza, el miedo y la esperanza propios de una época en que la poesía era la única salvación. Las ?otras luces? de la cuarta parte cierran y recapitulan con mayor intensidad si cabe la visión sobre el mundo desde los años vividos. Lejos de cualquier imposición, los poemas de Otoños y otras luces nos devuelven la contención y la densidad exacta de los mejores versos del poeta, el tono justo, coloquial y trasparente, sin énfasis ni coturnos pero inteligente y profundo, la tesitura en que el poema, con reticente ironía y guiños paródicos, se resuelve con inadvertida destreza en grave meditación, lúcida aceptación del destino, nostalgia callada y contundente.
Ángel
González nació en Oviedo en
1925. Se resigno, como él mismo confiesa, a estudiar Derecho, ejerció de
maestro en los montes de León, y después, ya como funcionario, vivió en Madrid,
Sevilla y Barcelona. Pronto su afición poética le puso en contacto con los
jóvenes escritores de la generación de los 50, sobre todo con la escuela de
Barcelona, con quienes mantuvo una constante amistad. En 1956 su primer libro Áspero
mundo, obtuvo el accésit del premio Adonais. A éste le siguieron Sin
esperanza, con convencimiento (1961), Palabra sobre palabra (1965), Tratado
de urbanismo (1967), Breves acotaciones para una biografía (1971), Muestra
de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes sentimentales que
habitualmente comportan (1976; edición corregida y aumentada, 1977), Prosemas
o menos (1985) y Deixis en fantasma (1992). En 1970 viajó a Estados
Unidos y México, y dos años más tarde empezó a trabajar como profesor visitante
en las universidades de Utah, Maryland, California (Irvine) y New México, donde
enseñó literatura española durante dieciocho años. En la actualidad, ya
retirado de la enseñanza, sigue residiendo en New México, y vuelve regularmente
a Asturias y Madrid. Académico de la lengua, ha recibido el Premio Príncipe
de Asturias en 1985 y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana
en 1996.