Misha no puede evitar sonreír al leer su carta. «Me echa de menos», piensa. Se conocen desde primaria, cuando les emparejaron para un ejercicio de amigos por correspondencia entre dos colegios. Confundieron sus nombres, Ryen y Misha, y nadie sospechó que eran un chico y una chica. Y para cuando se quisieron dar cuenta del malentendido, ya eran amigos. Hablaban de todo: de la mejor pizza, de si Android o Iphone, sobre quién es el mejor rapero de todos los tiempos... Durante siete años, esas cartas eran lo más importante de sus vidas. Ella usaba siempre papel negro y escribía con tinta plateada. A veces escribía una carta por semana, o tres el mismo día, y Misha necesitaba recibirlas para no sentirse tan solo...
Tenían tres reglas inquebrantables: prohibido buscarse en redes, prohibido enviarse fotos, prohibido contactar por teléfono. No debían conocerse en persona, jamás. Aquello era tan perfecto que no podían arriesgarse a estropearlo. Pero un día los ojos de Misha topan por casualidad con la foto de una chica llamada Ryen. Una chica que adora la pizza de Gallo?s y que ama su Iphone más que nada en el mundo. Mierda. ¿Cuántas posibilidades hay de que sea ella? Y ¿qué pasaría realmente si se conocieran? Porque esa chica no es como él esperaba. Para nada.