Hablar de Gógol es hablar necesariamente de narrativa. Desde su obra maestra Almas muertas hasta el resto de sus relatos, San Petersburgo y las gentes que lo pueblan alimentarán su inspiración. La hostilidad de una ciudad poblada de funcionarios de todos los niveles que buscan sobrevivir a cualquier precio presenta un paisaje humano dominado por la hipocresía y la superficialidad. Frente a todo ello, el estilo realista, satírico y mordaz de Gógol se revela como una forma de autodefensa que lucha por liberarse de la asfixiante realidad gris que lo rodea.
En Pasajes escogidos de la correspondencia con los amigos Gógol ofrece sus reflexiones sobre las cuestiones que le inquietan y desnuda su alma insatisfecha ante el lector. No se ve a sí mismo como un simple literato, sino como un guía espiritual del pueblo ruso, alguien que tiene como misión mostrar la verdad y preservar la moral. Al adoptar esta actitud, se integra en una tradición que recorre toda la literatura rusa desde el siglo XVIII hasta la actualidad, y que tiene a Lev Tolstoi como uno de sus grandes exponentes
Nikolái Vasílievich Gógol (Sorochintsy, Ucrania, 1809-Moscú 1852) nació en el seno de una familia de pequeños terratenientes. Cuando aún estaba en el instituto escribió su primera obra, el poema Hans Küchelgarten (1828). Las malas críticas recibidas lo impulsaron a abandonar la literatura, pero pocos años más tarde, en 1831, publicó la primera parte de Las veladas en Dikanka, que resultó ser un gran éxito. Ese mi smo año entró en contacto con los círculos literarios de San Petersburgo. En 1832 apareció la segunda parte de Las veladas y en 1835 las recopilaciones Mirgorod y Arabescos (en la que se incluían los cuentos «La perspectiva Nevski», «El diario de un loco» y «El retrato»). En 1836, desilusionado por las polémicas que provocó su comedia El inspector, dejó Rusia. De 1838 a 1842 residió en Roma. En su casa de la Via Sistina escribió «El abrigo», Roma y el primer volumen de Las almas muertas, que fue aclamado por la crítica y el público. Pero su salud física y mental, ya muy deteriorada, se derrumbó al no poder acabar el segundo volumen, cuyo manuscrito quemó poco antes de morir.