Con demasiada frecuencia, en Europa nos apresuramos a desprendernos del legado de personajes intempestivos mediante el olvido o simplemente introduciéndoles en ese mundo de brumas que llamamos la fama. La creencia de que nadie es imprescindible ha sido una ley moral en las últimas décadas, origen de un entramado perverso sobre los usos y los lugares de la memoria. El pasado solo tiene interés en mostrarnos los caminos que nos ha llevado hasta hoy, no los senderos nunca transitados, las ocasiones perdidas, los proyectos malogrados. Los personajes intempestivos quisieron cambiar el ritmo de la historia, bien acelerándolo, bien configurando otras posibilidades.Todos tienen en común, a día de hoy, una manifiesta incorrección política. A uno le gustaba la guerra como razón de la vida (Bertran de Born), otro cuestionó el orden del saber (Pedro Abelardo), otro se fraguó un lugar en la historia a base de mixtificaciones y de absorción de los valores del otro porque también la impostura es intempestiva en ocasiones (Ricardo Corazón de León). Uno se supo perdedor al apostar por la aventura promovida por las novelas (Boucicaut); otro supo que el triunfo es la puerta de entrada al fracaso (el Gran Capitán). Hay quien apostó la reputación social para encontrar respuestas a un tema ardorosamente moderno como el amor (Guillermo de Aquitania). Uno vivió la cotidianidad como una moral de trabajo (Ricardo Guillem); otro invirtió esfuerzos y recursos para convertise en una leyenda en vida (El Cid). Uno mostró toda la genialidad que un hombre es capaz de hacer y se le reconoció pero no valoró (Leonardo). Uno pensó España antes de tiempo (Don Juan Manuel) y oro buscó un soporte moderno a la pintura (Rembrandt). Y, por fin, el hombre que convirtió la música es un medio de vida (Mozart).Todos ellos construyeron la historia desde una personalidad fuerte, a contracorriente, conscientes de que el sacrificio personal a menudo es necesario para iluminar nuevos caminos.
JOSÉ ENRIQUE RUIZ-DOMÈNEC (Granada, 1948) es catedrático de Historia Medieval y director del Instituto de Estudios Medievales de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Académico de número de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona y de la Real Academia de Doctors de Catalunya. Durante el curso 2010-2011 fue profesor visitante de la École des Hautes Études de París. Editor de Historia National Geographic y colaborador literario de La Vanguardia. Autor de varios centenares de artículos en las más prestigiosas revistas internacionales y de unos cuarenta libros, entre los que cabe destacar La memoria de los feudales, con prólogo de Georges Duby (Argot, 1984, Guida, 1992); La novela o el espíritu de la caballería (Mondadori, 1992 y 2002); La ambición del amor. Historia del matrimonio en Europa (Aguilar, 2003); Palestina, pasos perdidos (Destino, 2004); El Gran Capitán (Península, 2002 y 2007; Einaudi, 2008); El reto del historiador (Península, 2006. Premio Ciudad de Barcelona de ensayo); España, una nueva historia (Gredos, 2009; RBA, 2009); Europa, las claves de su historia (RBA, 2010, 2012 nueva edición; Éditions Saint-Simon, 2012) y Personajes intempestivos de la historia (Gredos, 2011).