La voz poética de T. S. Eliot, premio Nobel de Literatura en 1948, tiene resonancia universal. En su expresión poética se dan cita el monólogo coloquial, las alusiones culturales y los elementos visuales. El empleo del collage con textos de diversas lenguas y la utilización de técnicas de montaje sincrónico y de acumulación simultánea refuerzan el hermetismo de sus poemas que aúnan visiones realistas con imágenes del subconsciente, metáforas crípticas y símbolos de oscuro origen. José María Valverde acompaña en este volumen, a su cuidada versión de las Poesías reunidas 19091962 de T. S. Eliot, un extenso prólogo en el que analiza las razones de la importancia de esta obra oscura y difícil, oracular y mágica. Una explicación históricocultural señalaría que la agonizante civilización occidental, nihilista y dispersa, encuentra su mejor expresión en una poesía montada con fragmentos, citas y voces más o menos apócrifas que, en una visión conjunta y simultánea, abren grandes agujeros al vacío y a la muerte. Pero la obra de T. S. Eliot va más allá de esa efímera vigencia: el acierto y la fuerza de su lenguaje es lo que legitima sus prodigiosos poemas, hechos de palabras insustituibles y memorables.
Thomas Stearns Eliot nació en Saint Louis, Missouri, en 1888 y murió en Londres en 1965. Tras sus estudios en Harvard y La Sorbona, se establece en Inglaterra en 1915. Sus primeras incursiones en la poesía muestran la impronta del simbolismo francés, pero su obra posterior no tardó en adquirir una voz tan radicalmente personal que ha acabado influyendo de forma decisiva en la mejor poesía de nuestro siglo. En su producción cabe destacar, en poesía, La tierra baldía (1922), Miércoles de ceniza (1930) y los Cuatro Cuartetos (1935-1942). En el terreno de la crítica literaria, Traducción y talento individual (1919) y Criticar al crítico (1965); y en teatro, Asesinato en la catedral (1935). T.S. Eliot obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1948.