Mil años separan a los primitivos dioses de la Roma arcaica de la implantación del cristianismo como religión oficial del Imperio de Occidente. Durante ese tiempo se desarrollaron en la antigua Roma una amalgama de creencias: desde los lares, los dioses del hogar, y las divinidades propiamente romanas, hasta los dioses del Olimpo importados de Grecia, pasando por los cultos orientales a Mitra o Cibeles y llegando al cristianismo.