El Diario de viaje a París es el único testimonio de la estancia de Quiroga en la capital francesa durante la Exposición Universal de 1900. Sus páginas, que contienen anotaciones literarias y valiosas observaciones sobre la atmósfera de la ciudad, son sin embargo la historia de una decepción. «Créame escribió Quiroga a un amigo , yo fui a París sólo por la bicicleta». A su regreso, el escritor rioplatense daría con otra colosa más adecuada a su temperamento: la selva. Sobre ese encuentro versa su correspondencia, recogida aquí en su versión más completa hasta el momento. Además de numerosas impresiones sobre la selva, en sus cartas pueden rastrearse reflexiones sobre la naciente profesionalización de la escritura, la vida cultural porteña, sobre Alfonsina Storni, Leopoldo Lugones o Julio Herrera y Reissig. Las últimas cartas, mucho más abundantes y profundas desde que Quiroga decidió abandonar la escritura, son quizás la obra que no tuvo tiempo de escribir:
Horacio Quiroga (1879-1937). Uruguaiko Salto hirian jaio zen, familia aberatsean. Aita, aita-ordea, arrebatxo bi, adiskide mina, emazteetako bat... pozoiez edo tiroz edo eriz hiltzen ikustea tokatu zitzaion ume-umetatik. Ezagun da hori haren narrazioetan. Argentinako Misiones probintzia, Brasil eta Paraguirekin muga-lurra, izan zen Horacioren inspirazio toki: oihan giroan jokatzen dute haren pertsonaiek (tipo txit bitxiak sarri), natura indartsarekin tirabiran. Ipuin-sorta aipagarriak asko diren arren, hemen hiru: Cuentos de la selva