El siglo XX es el siglo de la Ciencia, la misma que que ha proporcionado los grandes avances tecnológicos. La Ciencia, entendida como el conocimiento de nuestro entorno natural y social, es el bien más preciado de la humanidad. Aunque no es un bien en crisis, es preciso reflexionar sobre su uso y sobre los límites éticos de ciertos desarrollos tecnológicos. Al alto coste de los programas espaciales, y su dudosa utilidad a corto plazo para mejorar la calidad de vida el desarrollo social, se suma la incapacidad de la Ciencia para erradicar el hambre y la injusticia en el mundo. Es preciso mantener y promover la confianza que la sociedad deposita en la Ciencia y, a la vez, mantener y promover la ilusión que los jóvenes investigadores deben poner en su trabajo.